Javier Negrete imparte clases de griego en el IES
Gabriel y Galán de Plasencia y ha traducido a Plutarco. Su carrera como
escritor es prolija y ha tocado distintos géneros —ciencia ficción, novela
juvenil, fantasía épica y mitológica...— y en muchos de ellos ha sido
reconocido con varios premios. Acaso venga a cuento destacar aquellas obras
centradas en el Mundo Antiguo y de más reciente publicación. Por un lado
destacan La gran aventura de los griegos
(2009), Roma victoriosa (2011) y Roma invicta (2013), tres ensayos sobre
la historia y las costumbres de griegos y romanos, escritas en un lenguaje
ameno, divulgativo, a veces divertido, pero siempre con una profundidad,
precisión y seriedad asombrosas, que los convierten en libros de placentera
lectura y de utilidad para curiosos y amantes de la Antigüedad —y dicho sea
de paso, para alumnos tanto de Bachillerato como universitarios—. Por otro
lado, cabe resaltar su novela histórica Salamina
(2008), que atrapa al lector desde la primera página y que muestra el gran
conocimiento del autor en la figura de Temístocles y en las fuentes antiguas
que de él nos hablan. Precisamente es de este personaje, Temístocles, el héroe
—o no— de la batalla de Salamina, de quien va a hablarnos en nuestras Jornadas.
Este es un avance:
Temístocles, ¿héroe o manipulador del pueblo?
Temístocles es uno
de los personajes más influyentes de la historia de Grecia, pero se da la
paradoja de que muchos de los autores que hablaron de él pretendieron ningunear
sus méritos. El primero, Heródoto, el historiador más cercano en el tiempo a
las Guerras Médicas, que prácticamente le roba la estrategia vencedora en
Salamina para atribuírsela a su amigo Mnesífilo, un personaje por otra parte
desconocido. ¿A qué se debe esta inquina? Probablemente no al propio Heródoto,
sino a sus informantes, que en buena parte debían de pertenecer a la
aristocracia ateniense. Y ésta tenía bien claro el motivo de su rencor contra
Temístocles: al convertir a Atenas en una potencia naval y otorgar un papel
decisivo al pueblo llano que empuñaba los remos de los trirremes, arrebató a
los nobles el monopolio del poder y llevó un paso más lejos la revolución que
empezó con Clístenes y que prácticamente culminaría con Pericles. Puede
afirmarse, pues, que Temístocles no sólo fue el gran triunfador de Salamina,
sino uno de los padres de la primera democracia.
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