
“La
manipulación retórica de la antroponimia latina”
En buena medida “manipulación retórica” es una expresión pleonástica,
puesto que casi preceptísticamente la retórica antigua aceptaba todo el grado
de manipulación requerido para lograr sus objetivos. Con o sin distorsión de su
forma la manipulación del significado de las palabras devino pronto un
frecuente y práctico expediente, dentro del cual el modelo específico de jugar con los nombres propios de
personas resultó uno de los más eficientes. Tal concreto expediente aparece ya
en el mundo helénico, si bien es en Roma donde, debido sobre todo a ciertas
particularidades de la antroponimia latina, la fórmula cobró un extraordinario
auge. El más influyente orador romano, Tulio Cicerón, probablemente por razones
relacionadas con su índole personal, hizo tan abundante empleo del expediente
que hasta a su rendido admirador, Fabio Quintiliano, le pareció un abuso. En
todo caso, el prestigio de Cicerón no hizo sino consolidar una práctica que
acabaría estando presente en—podría decirse—todos los ámbitos de la literatura
romana, siendo especialmente cultivada por escritores como, entre otros, el autor de la denominada Historia Augusta o San Jerónimo.
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